Análisis, significado oculto y simbolismo en la película Midsommar (2019)
- Carolina Ageitos
- 27 dic 2021
- 7 Min. de lectura
-CONTIENE SPOILER- Midsommar, segunda película del director Ari Aster, es un largometraje que no ha dejado indiferente a ningún espectador desde su estreno en cines a nivel internacional en 2019. En mi caso, marcó un antes y un después en mi visión artística sobre el terror como género cinematográfico, prescindiendo del empleo de patrones históricos para construir una nueva narrativa, así como desechando el uso de clichés comerciales y sustos fáciles.
Comenzaré el siguiente ensayo con la explicación de la sinopsis de la película. Midsommar inicia su trama con la historia de Dani, una joven estadounidense que ha perdido a su hermana y a sus padres en un suicidio premeditado con monóxido de carbono; para más inri, la tragedia sucede en plena crisis con su pareja Christian. Ambos deciden, invitados por unos de sus amigos, viajar en grupo a Suecia para disfrutar de Midsommar, un festival celebrado cada 90 años en una comunidad remota de paisajes idílicos, cuya tradición llama la atención por su espíritu alegre, el uso de trajes regionales blancos, bailes y gastronomía. Lo que no esperan son los oscuros y misteriosos secretos que la fraternidad Hårga revelará a medida que establecen vínculos con ellos.
La apertura del film está protagonizada por un siniestro retablo que funciona como elemento visual anticipatorio de los acontecimientos que sucederán durante la convivencia y celebración de la festividad Midsommar: el arte como premonición subconsciente de la narrativa fílmica.

La importancia de los ciclos es un aspecto primordial para comprender a la comunidad Hårga. Estos se rigen por el número nueve: los actos de Midsommar tienen una duración de nueve días, las etapas de la vida están clasificadas mediante múltiplos de nueve, la festividad final se celebra cada noventa años y son nueve los sacrificios ofrecidos al final del filme. Pero, ¿por qué la elección del nueve?
Este número ha estado considerado, tanto en la tradición nórdica como en otras culturas, un número sagrado que representa la triple síntesis corporal, intelectual y espiritual. Además, la cábala del 666 -representación satánica por excelencia-se realiza así 6 + 6 + 6 = 18 y 1+8 = 9 ó 6 x 6 x 6 =216 y 2+ 1 + 6 =9. Sin duda, es un número mágico.
Otro aspecto importante de la comunidad o secta de Midsommar es la inexistencia de la individualidad. Todo lo que sucede en la aldea es en pro del beneficio de la comunidad. Tal es su unión que incluso comparten instantes íntimos desde el sentimiento mutuo, por ejemplo, el placer del acto sexual así como el dolor de la muerte. La mentalidad colectiva de la comunidad favorece dos cosas: la predilección del grupo y las tradiciones por encima del valor individual; y por otra parte, los actos deleznables se normalizan, pues todos ellos se comparten y se conciben como algo lógico. Asimismo, el desapego y la falta de empatía se muestran como fruto de los actos repetitivos y asimilados en la secta.
Retomando el aspecto de los elementos gráficos del filme, las runas adquieren una importancia esencial en la simbología narrativa que Ari Aster defiende con finalidades artísticas, puesto que éstas guardan significados esotéricos y adivinatorios desde tiempos ancestrales. Los espacios o elementos marcados con runas funcionan bajo los mismos patrones que, por ejemplo, otros métodos adivinatorios como las cartas del tarot.
En la película, cada personaje tiene bordada una runa en su túnica, en relación a su personalidad, papel o evolución emocional durante la trama:

La runa en la túnica de Christian, pareja de Dani, se corresponde con la grafía ᛏ o Tiwaz, asociada con el dios Tyr, quien representaba la energía y poder masculinos en la mitología nórdica. Esta vinculación está perfectamente relacionada con los sucesos que Christian vive a lo largo de la película: el continuo desinterés por Dani -la falta de empatía hacia lo femenino- y su participación en un ritual sexual de concepción con una de las mujeres de la comunidad - vigor sexual masculino-.

Otra de las runas destacables es la grafía ᛟ u Odal, que aparece en elementos como en la disposición de las mesas de reunión y los paneles de las construcciones, debido a su asociación con la herencia familiar, su relación con la tierra y la propiedad, además de las herencias psicológicas positivas y negativas permanentes de generación en generación -un método de estudio acerca de estas herencias podrían ser las denominadas ‘constelaciones familiares’, conocidas y emancipadas debido al auge del movimiento New Age-. El director ha usado este símbolo para hacer referencia a las malas tradiciones transmitidas durante años entre los ocultistas suecos en nombre de la protección familiar.

Y por último, pero no menos importante, las runas Inguz y Gebo, cuyas grafías son ᛜ y ᚷ respectivamente. Aparecen entrelazadas, dibujadas en las paredes, en una de las escenas finales de la película, momento en el que se produce el ritual final en el que se sacrifican nueve personas -cuatro autóctonos y cuatro extranjeros- más uno elegido por Dani -su pareja-, quemándolos vivos en el templo sagrado de la comunidad.
Inguz -ᛜ- es una runa de fertilidad, que hace referencia a la energía primaveral de la vida vegetal que emerge después de las profundidades del invierno, la procreación de la vida en la Tierra. Dado que el templo en el que está pintado el símbolo está a punto de ser quemado como medio de fertilización extrema, su aparición está más que justificada.
Mientras tanto, la runa Gebo -ᚷ- está fuertemente vinculada con el don de la generosidad. Podemos definir su aparición como reflejo de la motivación de los tributos vivos y muertos encerrados dentro del templo, quienes devuelven sus cuerpos a la Tierra para que el culto pueda seguir prosperando en armonía.
El género de terror, tal y como lo desarrolla Ari Aster, no sólo resulta novedoso por la utilización estudiada de la simbología, si no por el empleo de la bellísima música y la continua calma con la que divaga la cámara en cada escena -planos cenitales abiertos que refuerzan las ideas de Hårga: la mirada en lo colectivo y el énfasis en la belleza de la naturaleza-.
No hay frenetismo ni movimientos ‘esquizoides’, todos los escenarios son amigables, verdes, coloridos, y lo que es más rompedor: luminosos. En la época del año en la que se desarrolla, únicamente hay dos horas de noche, todos los horrores que van sucediendo a lo largo de la película serán -casi- siempre a plena luz. Es ineludible que este hecho provoque en el espectador una sensación de extrañeza, puesto que uno de los patrones que hemos asimilado en el cine de terror es el uso imprescindible de la oscuridad.

Si analizamos exhaustivamente la trama, seremos conscientes de que el fenómeno de la profetización sucede, inevitablemente, desde el principio. El destino de los personajes va surgiendo a lo largo del film en las pinturas del poblado, sugerido en ciertos planos o en los diálogos de los lugareños. Lo más perturbador es que los Hårga no actúan desde la psicopatía, simplemente son personas que han crecido en una cultura emocionalmente distinta a la sociedad urbana, y adoptan aspectos como la violencia y la muerte desde un enfoque completamente natural.
Por si fuera poco, los estupefacientes también adquieren un papel protagonista en Midsommar. El consumo de drogas es un recurso recurrente, distorsionando las imágenes, deformando los objetos del encuadre y añadiendo movimiento a las flores, creando un efecto psicodélico al más puro estilo woodstockiano. Cabe mencionar que los estupefacientes han estado -y están- presentes en numerosos cultos de carácter ocultista a lo largo de la historia, en experiencias vinculadas a la demonología o en procesos de purificación espiritual como el denominado ritual de la ayahuasca, el cual ha ganado cada vez más protagonismo en la actualidad.
Además de lo anteriormente mencionado, la catarsis de Dani es clave para comprender el desenlace de la película. En una de las escenas, la protagonista descubre a Christian manteniendo relaciones sexuales con una aldeana en un ritual de concepción.

El trauma que le provoca presenciar tal acto provoca en ella un llanto desconsolado, una purga emocional que finalmente es acompañada por las mujeres de la comunidad, quienes imitan cada entonación, lágrima, silencio y gestos de Dani.

Este instante actúa como un punto de partida en la actitud de la protagonista. Es a partir de esta situación cuando la protagonista analiza, inconscientemente, sus problemas y cuál es el proceso a seguir para recuperar su felicidad.
Dani ha realizado este viaje para encontrar estímulos que pudieran mitigar su dolor y abandonar el sentimiento de soledad. Aunque esté igual de asustada que sus amigos al presenciar la dinámica de la aldea, también encuentra en ella comprensión y respaldo. A diferencia de su pareja, estas personas la hacen sentir escuchada, sin reproches ni ausencias.
Es una realidad que mostrar el dolor, aún en estos tiempos contemporáneos, es sinónimo de debilidad para gran parte de la sociedad. La felicidad es bien recibida, la tristeza aleja. Dani siente que las costumbres de la comunidad comprender que el dolor no es una elección, si no una consecuencia, una expresión de las experiencias.

Por ello, el final de Midsommar es un auténtico shock para el espectador: la protagonista, en una segunda fase de su proceso catártico, llora desconsoladamente al observar el sacrificio final en el que decide que uno de los tributos humanos sea Christian, quien muere calcinado dentro del templo sagrado. El giro perturbador que confirma que la catarsis está presente es que, tras la purga, comienza a sonreír pacíficamente mientras observa, ahora con otra mirada, el fuego arrasando su vida anterior.
Eros y Thánatos, dos conceptos antagónicos que, en esta escena, consiguen enlazarse en una simbiosis perfecta. Sonríe, no por venganza, odio
o despecho, si no porque por fin se ha desapegado de todo aquello que la reprimía, es consciente de que se produce el cierre de un ciclo para dar paso a una etapa completamente nueva, libre, despreocupada del mundo frenético en el que estaba sometida.

La película es un auténtico descenso a la locura hasta que, en el desenlace de la misma, se produce el ascenso de Dani. Un final feliz atípico en el que, a partir de un hecho traumático como la muerte de un ser querido, se abre el camino hacia la superación personal.
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